El Evangelismo Público

JESÚS SE SENTÓ junto al pozo de Jacob, en Samaria, y vio los vastos campos de

trigo listos para la siega. Mientras estaba sentado allí notó también la gran

cantidad de personas que se acercaban al pozo para buscar agua y se dio cuenta

de que necesitaban algo más que agua. Necesitaban una experiencia espiritual

profunda que los saciara eternamente. Con esta escena en mente dijo a sus

discípulos: «Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para

la siega» (Juan 4: 35). La siega es una ilustración adecuada para representar la tarea

evangelística. Al igual que el trigo maduro, la gente debía ser segada, es decir,

ganada para el evangelio.

Cuando envió a los setenta, Jesús usó la misma analogía para referirse a la

necesidad de más trabajadores para la obra: «A la verdad la mies es mucha,

pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros

a su mies» (Mat. 9: 37-38). El Señor está llamando obreros que sir- van en las

diferentes facetas del ministerio de evangelización y que descubran las

muchas posibilidades que ofrece el evangelismo público.

Elena G. de White dio el siguiente consejo inspirado sobre la

importancia de la proclamación pública de la Palabra de Dios: «Debemos

hacer esfuerzos para reunir grandes congregaciones a fin de que escuchen las

palabras del ministro evangélico. Y los que predican la Palabra del Señor

deben decir la verdad. Deben traer a sus oyentes, por así decirlo, al pie del

Sinaí, para que escuchen las palabras habladas por Dios en medio de escenas de

pavorosa grandiosidad» (El evangelismo, cap. 6, p. 92).

El evangelismo público es la proclamación pública del evangelio de

Jesús, guiada por el Espíritu Santo. Este mensaje incluye la divinidad,

encarnación, ministerio, muerte, resurrección, ascensión, intercesión, y

Segunda Venida de Jesús. Implica enseñar el origen, evolución y destino del

mundo y sus habitantes. La predicación pública es la presentación de las

buenas nuevas de forma verbal y no verbal. Es una invitación a los oyentes

para que acepten y se comprometan con el mensaje.

El mensaje que se proclama procede de la Palabra de Dios. El evangelio no

consiste en un sistema de pensamientos o acciones humanos. Por lo tanto, la

Biblia es la única fuente de verdad.

El evangelismo público en la Biblia

La predicación pública es frecuente en las Escrituras, y esto habla de su

eficacia como método convincente para comunicar el evangelio. No es una

invención humana, sino más bien un ministerio ordenado por Dios. En

todas las épocas Dios ha tenido representantes que han anunciado

públicamente sus mensajes.

Josefo y Clemente, dos historiadores, argumentaron que Noé predicó

públicamente el arrepentimiento a los habitantes del mundo antiguo.

Pedro escribió: «[Dios] tampoco perdonó al mundo antiguo, sino que

guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, y trajo el

diluvio sobre el mundo de los impíos» (2 Ped. 2: 5). Cuando la nación de Judá

estuvo a punto de ser invadida por los asirios, Dios llamó a Isaías para que

fuera su mensajero. «Después oí la voz del Señor, que decía: “¿A quién

enviaré y quién irá por nosotros?”. Entonces respondí yo: “Heme aquí,

envíame a mí”» (Isa. 6: 8).

Jesús comenzó su ministerio en Nazaret con el evangelismo público.

Leyó la profecía de Isaías 61: 1, 2, y anunció a los reunidos en la sinagoga

que él había venido a cumplir esa profecía. Reconoció que el Espíritu de

Dios lo había ungido para dar buenas noticias a los pobres, proclamar

libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos, liberar a los oprimidos, y

«predicar el año agradable del Señor» (Luc. 4: 18, 19). La proclamación pública

fue un aspecto importante en el ministerio de Jesús. Cuando estaba a

punto de partir hacia un nuevo territorio, dijo: «Es necesario que también

a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios, porque para esto

he sido enviado » (Luc. 4: 43).

Lucas 8: 1 dice que Jesús «iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y

anunciando el evangelio del reino de Dios. Lo acompañaban los doce». Aquí

encontramos a Jesús practicando el evangelismo público en compañía

de otros. Predicó a miles de personas y las alimentó (Mat. 14: 13-21).

También en Lucas 9: 6 dice: «Y saliendo, pasaban por todas las aldeas

anuncian do el evangelio y sanando por todas partes». Él proclamó el

evangelio en el templo a pesar de la confrontación con las autoridades

religiosas. «Sucedió un día que, enseñando Jesús al pueblo en el Templo y

anunciando el evangelio, llegaron los principales sacerdotes y los escribas,

con los ancianos, y le hablaron diciendo: “Dinos, ¿con qué autoridad haces

estas cosas? ¿o quién es el que te ha dado esta autoridad?”» (Luc. 20: 1-2).

El propósito del evangelismo público es conseguir una reacción de la gente.

En Lucas 16: 16 se dice: «La Ley y los Profetas llegan hasta Juan. Desde

entonces es anunciado el reino de Dios y todos se esfuerzan por entrar en él».

Jesús envió a sus discípulos, y por ende a todos los creyentes, para que proclamaran

el evangelio y llamaran a todas las personas al arrepentimiento,

dándoles la seguridad de su presencia permanente con ellos (Mat. 28: 18-20).

En Hechos 14: 1 Pablo comienza su ministerio en las ciudades de los

gentiles por medio de conexiones dentro de la comunidad judía. Empezó

predicando a los presentes en las sinagogas; por lo tanto, se trataba de

evangelismo público. Ese fue su método en otras ciudades: Antioquía de

Pisidia (Hech. 13: 14-44), Tesalónica (Hech. 17: 1-3), Berea (Hech. 17: 10), Atenas

(Hech. 17: 16-17), Corinto (Hech. 18: 1-4), y Éfeso (Hech. 19: 1-8).

Pablo centró sus esfuerzos públicos en los nuevos territorios en los que

el evangelio aún no había sido predicado. «Me esforcé en predicar el

evangelio, no donde Cristo ya hubiera sido anunciado, para no edificar

sobre fundamento ajeno, sino, como está escrito: “Aquellos a quienes

nunca les fue anunciado acerca de él, verán; y los que nunca han oído de él,

entenderán”» (Rom. 15: 20-21). Del mismo modo, escribió a la iglesia de

Corinto:

« No nos gloriamos desmedidamente en trabajos ajenos, sino que

esperamos que conforme crezca vuestra fe seremos muy engrandecidos

entre vosotros, conforme a nuestra regla. Así anunciaremos el evangelio

en los lugares más allá de vosotros, sin entrar en la obra de otro para

gloriarnos en lo que ya estaba preparado» (2 Cor. 10: 15-16).

El pastor y el evangelismo público

Los pastores tienen la gran responsabilidad de organizarse a sí mismos y a la iglesia en general

para que el evangelismo público sea efectivo. El éxito en el evangelismo público no es un sueño

o una casualidad, requiere un arduo trabajo. Muchos pastores prefieren evitarlo porque no

sienten que están listos para el trabajo que implica. Sin embargo, no deben olvidar que Jesús

prometió estar con ellos todos los días hasta el fin del mundo.

En muchos casos, los predicadores se centran en grupos pequeños y otros tipos de

evangelismo personal, en lugar de la planificación y organización de un evangelismo público eficaz. Los grupos pequeños y el evangelismo personal son importantes, pero Elena G. de White

aconseja que hemos de emplear métodos distintos para alcanzar a la gente

(Ver El evangelismo, cap. 4, p. 56; y cap. 5, pp. 81, 82). Sin embargo, esto

no significa que hemos de abandonar el método más eficaz para capturar

la atención y el interés de grandes grupos de personas en un solo lugar. Si

deseamos multiplicar los resultados de la ganancia de almas debemos

dedicar más tiempo a la planificación para ejecutar la evangelización

pública de forma más eficaz.

Hay lugar para los «evangelistas estrella». Estamos hablando de

aquellos que han recibido un don especial para esta obra. Muchos pastores

tienen el potencial de convertirse en «evangelistas estrella», pero no son

conscientes de su don o son demasiado tímidos para salir adelante y

desarrollarlo. Algunos quizá sospechan que poseen este don, pero no hacen

nada al respecto. Sin embargo, también hay otros que sí son conscientes de

que lo poseen y lo usan activamente. Cada pastor debe descubrir si posee

el don, para cultivarlo y utilizarlo en la ganancia de las almas, y así traer

honor y gloria al Señor.

Sin embargo, deben tomar nota del consejo de Pablo a Timoteo: «Pero tú sé sobrio en

todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio» (2

Tim. 4: 5). Aunque Timoteo pensara que no tenía el don de la evangelización,

Pablo le aconsejó que hiciera la obra de evangelista. Todo pastor ha sido llamado

a proclamar las buenas nuevas y hacer el trabajo de un evangelista sin esperar a

que llegue un «evangelista estrella» a ayudarlo. Hemos de tener siempre presente

que como seres humanos no ganamos almas, Cristo por medio del Espíritu Santo

es quien gana las almas (Testimonios para los ministros, cap. 5, pp. 141, 142). Los

pastores han de colocarse a los pies de la cruz, y pedirle al Espíritu Santo que se

haga cargo de sus vidas y los use. La preocupación más urgente del pastor con

respecto a la evangelización pública no debería ser si tendrá éxito o no, sino más

bien orar:

«Señor, me entrego a ti. Úsame de acuerdo a tu voluntad y para tu gloria».

Según el profeta Ezequiel, los mensajeros de Dios tienen la responsabilidad de

advertir a las naciones del juicio venidero, incluso por el bien de la propia

salvación del mensajero. «Cuando yo diga al impío: “¡Impío, de cierto morirás!”, si

tú no hablas para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su

pecado, pero yo demandaré su sangre de tu mano. Pero si tú avisas al impío de su

camino para que se aparte de él, y él no se aparta de su camino, él morirá por su

pecado, pero tú libraste tu vida» (Eze. 33: 8-9). El evangelismo público es un

asunto de vida o muerte, y todos los pastores han sido llamados a anunciar

personalmente el mensaje e invitar a sus iglesias a participar.

Para aquellos que aún no participan de forma activa el consejo es: «Gustad y ved»

(Sal. 34: 8). La obra de predicar el evangelio y salvar almas para el reino de Dios

debe ser finalizada, y el evangelismo público es un método importante, entre

muchos, para lograrlo. Es un método diseñado por Dios, y él lo utilizará para sus

fines a través del pastor y los equipos laicos de evangelización.

Mitos sobre el evangelismo público

Muchos de los que no participan en el evangelismo público han

elaborado diversas objeciones con respecto al mismo. Estos mitos y

objeciones incluyen:

• El evangelismo público no funciona.

• Lo hemos hecho antes o hemos visto a otros hacerlo, y no tuvo éxito.

• Los que se bautizan por medio del evangelismo público no se quedan en

la iglesia.

• El evangelismo público es demasiado costoso.

• Se necesita demasiado tiempo, los predicadores están ocupados, y hay

métodos más fáciles.

• Ahora no es un buen momento para las reuniones públicas.

• La gente no asiste a estas reuniones.

• Las personas posmodernas no están interesadas en escuchar presentaciones

basadas en la Biblia.

• La gente está demasiado ocupada para asistir a reuniones todas las noches.

• El mensaje distintivo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día es

demasiado ofensivo para proclamarlo públicamente.

• El evangelismo público perturba todo el programa de la iglesia, y es más

difícil poner las cosas en orden después.

Estas y otras excusas para no hacer evangelismo público son simplemente

«cisternas rotas que no retienen agua» (Jer. 2: 13).

La verdad sobre el evangelismo público

¡El evangelismo público funciona! De hecho, es el principal método por

el cual la Iglesia Adventista del Séptimo Día lleva su mensaje a todo el

mundo. A través del evangelismo público la gente encuentra la esperanza

de la vida eterna. En pocas palabras: ¡Funciona!

El evangelismo público no funciona separado del evangelismo

personal. Los grupos pequeños de evangelización personal son

complementarios de la evangelización pública. Preparan el camino para el

evangelismo público y para que la campaña pública pueda ser más eficaz. Ambos

esfuerzos se juntan en la cosecha. Hay muchos que han completado

estudios bíblicos, desarrollado relaciones en la iglesia, y que incluso han

comenzado a asistir a la iglesia pero que no han sido bautizados. Sin embargo,

cuando asisten a la reunión de evangelización pública, entregan sus vidas a

Cristo, son bautizados y se convierten en miembros de la iglesia. ¡El

evangelismo público funciona!

Por otra parte, el argumento de que los que se unen a la iglesia a través

del evangelismo público no se quedan, no está avalado por los hechos. Un

estudio en una Asociación en Estados Unidos indicó que de cada dos

personas que salen de la Iglesia Adventista, uno es alguien que nació y

creció en la iglesia.1 El estudio también mostró que los recién convertidos

inyectan nueva energía y pasión a las congregaciones y motivan el

crecimiento dentro de la iglesia.

El evangelismo público está hoy tan vivo y poderoso como siempre. No

debemos aceptar los mitos y las objeciones en su contra. Los patriarcas y los

profetas hicieron evangelismo público, Jesús hizo evangelismo público,

los apóstoles hicieron evangelismo público, y este aún es y seguirá siendo

relevante en el siglo XXI. No es el esfuerzo humano por sí solo lo que hace

poderoso el evangelismo público, sino la cooperación entre lo humano y lo

divino lo que marca la diferencia. Ya Cristo está a las puertas y la cosecha

está madura, pero los obreros son pocos. El evangelismo público es una

poderosa herramienta para llegar a cientos de personas con el evangelio de

manera simultánea.

El evangelismo público toma tiempo

Los días en que las campañas de evangelización se llevaban a cabo

durante doce semanas han quedado atrás. Los predicadores preparaban

el terreno, sembraban la semilla, cosechaban, y hacían crecer a los creyentes

en una sola campaña.

En muchas sociedades sería difícil seguir el mismo método. De hecho, una

mayor preparación antes de la campaña permite realizar campañas más cortas y

obtener excelentes resultados. Sin embargo, limitar el evangelismo público a

una sola semana puede no ser la mejor idea. La experiencia ha demostrado que

en una campaña breve no se logra cosechar a todos los que estarían dispuestos a

responder afirmativamente a la invitación. Además, una campaña de una

semana no permite la presentación de todas las verdades del evangelio.

Se deben presentar al menos catorce mensajes para cubrir lo básico en

cuanto a las doctrinas de la iglesia. Esto también les da a los asistentes más

1. Monte Sahlin, «Net Results» [Resultados netos], Adventist Review, 7 de septiembre de 2000, p. 16,

http:// archives.adventistreview.org/2000-1541/1541story1-3.html. tiempo para desarrollar una relación personal con Cristo y con los miembros de la iglesia. No se deje llevar por las objeciones o por el miedo. Dé alevangelismo público más tiempo para la oración, la instrucción bíblica y el desarrollo de relaciones y no se arrepentirá.

El costo del evangelismo público

En el siglo XXI todo tiene su precio. La proclamación del evangelio a

través del evangelismo público puede ser muy costosa. Sin embargo, la

salvación de las almas perdidas no tiene precio. Por esta razón, en Mateo

24: 14 y 28: 18-20 Jesús comisionó a su iglesia para que predicara el evangelio a

aquellos que aún no lo conocen. Por eso es que la iglesia debe invertir

generosamente en el cumplimiento de esta misión con la plena confianza

de que Dios traerá el éxito a los esfuerzos de su pueblo.

En una ocasión, en la que la iglesia demostró insuficiente ambición con

respecto al evangelismo, Elena G. de White dijo:

«Estoy convencida de que habríamos podido tener un buen

auditorio si nuestros hermanos hubiesen conseguido un salón

apropiado para acomodar a la gente. Pero ellos no esperaron mucho y

en consecuencia no recibieron mucho. No podemos esperar que la

gente venga hacia nuestra verdad impopular cuando anunciamos que

nuestras reuniones se llevarán a cabo en un subterráneo o en un

pequeño salón con capacidad tan solo para cien personas. El carácter

y la importancia de nuestra obra son juzgados por los esfuerzos que

realizamos para llevarla ante el público. Cuando esos esfuerzos son

tan limitados, se causa la impresión de que el mensaje que

presentamos no es digno de tomarse en cuenta. Así es como debido a

su falta de fe nuestros obreros algunas veces hacen que la tarea resulte

muy dura para ellos» (El evangelismo, cap. 12, p. 310).

Es responsabilidad de cada miembro de la iglesia contribuir para el

cumplimiento de la misión. Hacer caso omiso a la convocatoria para

financiar el evangelismo público es equivalente a la situación que se

describe en Hageo 1: 4, 5: «¿Es acaso para vosotros tiempo de habitar en

vuestras casas artesonadas, mientras esta casa está en ruinas? Pues así ha dicho

Jehová de los ejércitos: “Meditad bien sobre vuestros caminos”». Así como

nos preocupamos por nuestras propias necesidades materiales,

igualmente debemos mostrar preocupación por la proclamación del

evangelio.

En algunos lugares solo entre el treinta y cuatro y cuarenta por ciento de

los miembros de la iglesia devuelven el diezmo, del cual una parte es

utilizada para financiar las actividades de evangelización de la iglesia. En

algunos lugares el porcentaje es incluso menor. ¿Qué contribución hace el

resto de nuestra feligresía? ¿Pueden los que devuelven fielmente el

diezmo al

Señor decir que han hecho lo suficiente y que no deben hacer nada más por la

proclamación del evangelio? ¿Es el Señor mezquino y poco generoso con sus

hijos? ¿Acaso cierra su mano benefactora para con ellos?

En Los hechos de los apóstoles, Elena G. de White escribió: «El dinero, el

tiempo, la influencia, todos los dones que han recibido de la mano de Dios,

los estimarán solamente como un recurso de promover la obra del

evangelio. Así sucedía en la iglesia primitiva; y cuando en la iglesia de hoy

se vea que por el poder del Espíritu los miembros han apartado sus afectos

de las cosas del mundo, y que están dispuestos a hacer sacrificios a fin de que

sus semejantes puedan escuchar el evangelio, las verdades proclamadas

tendrán una influencia poderosa sobre los oyentes» (cap. 7, p. 56).

Muchas iglesias han permitido que otras cosas desvíen la atención y los

fondos que debieran ser destinados a la proclamación del evangelio. En

algunos lugares, la iglesia está a punto de perder, si no es que ha perdido,

su sentido de urgencia en cuanto a la ganancia de almas. El evangelismo

público es una parte integral del cumplimiento de esa misión y debe seguir

siéndolo.

En ocasiones será necesario un mayor sacrificio por parte de los miembros de la

iglesia para financiar la evangelización. Cada iglesia debe tener un presupuesto

para el evangelismo público. Los miembros de la iglesia deben incluir una

cantidad para esta obra. Esa parte debe ser presentada a la iglesia como una

ofrenda para evangelismo.

Se deben diseñar medios innovadores para recaudar fondos para el

evangelismo público. Elena G. de White dijo: «Me siento muy inclinada a

creer que muchas personas que no son de nuestra fe ayudarán

considerablemente con sus recursos. La luz que me ha sido dada es que en

muchos lugares, especialmente en las grandes ciudades de América, se

recibirá ayuda de tales personas» (El evangelismo, cap. 10, p. 278). La iglesia

debería organizar estrategias especiales para recaudar fondos de tales

individuos. Los proyectos de evangelización pública deben formar parte

del ciclo de ofrendas anual de cada iglesia. Se debe recoger una ofrenda

especial una o dos veces cada trimestre, con el propósito de recaudar

dinero para este aspecto vital de la misión de la iglesia. El llamado para

esta ofrenda debe hacer hincapié en la importancia de la evangelización

pública.

Estrategias para una campaña de evangelización efectiva

Como todo esfuerzo coordinado, una campaña evangelística requiere

estrategia y planificación. A continuación encontrará algunas ideas sobre

cómo mejorar sus campañas. No seremos exhaustivos pero el material presentado

a continuación resume los puntos y estrategias principales para

una campaña exitosa.

Cómo aumentar la asistencia a las reuniones

de evangelización

La participación en las campañas de evangelización no se obtiene por

casualidad, sino que requiere planificación deliberada. Hay muchas

razones por las que las antiguas campañas de doce semanas eran

exitosas. Aparte de la novedad de la carpa y de tener a la comunidad

reunida, la duración de la campaña permitía que las reuniones crecieran

noche tras noche. Las campañas de una o dos semanas no proporcionan

tanto tiempo para el crecimiento. Por lo tanto, tienen que empezar según la

capacidad de los candidatos que han sido bien preparados. Es por esta razón

que hemos de prestar atención a la fase previa a la campaña.

Algunas iglesias imprimen y distribuyen miles de volantes promociona

les con la esperanza de que esto atraiga un gran número de asistentes. Sin

embargo, la gente está mucho más acostumbrada a recibir hoy material

impreso que en años anteriores, y la mayoría ya no se siente atraída por

volantes. De hecho, hoy en día cualquiera puede hacer folletos, incluso más

atractivos. A veces estos volantes en lugar de servir como una motivación

para asistir a las reuniones, actúan como un elemento de disuasión.

Hacer que los miembros de la iglesia participen es la mejor manera de

fomentar la asistencia a una campaña de evangelización. Los miembros

deben sentirse apasionados por la campaña y comprometerse a traer a sus

amigos. Deben tener candidatos listos y llegar con ellos al inicio de la

campaña. Si cada miembro se compromete a traer al menos una persona a

las reuniones, muchas personas asistirán.

Como hasta ahora hemos visto, planificar y llevar a cabo una campaña

requiere tiempo y recursos. El pastor no puede hacer todo el trabajo él solo.

La iglesia en su conjunto debe trabajar en equipo a través de la oración, la

organización, la formación, la promoción y publicidad, y la preparación

física. El énfasis debe estar en el reclutamiento de miembros. La energía para

conseguir una buena asistencia a las reuniones depende de la labor del

Espíritu Santo y la participación activa de los miembros de la iglesia.

Cómo captar y mantener la atención

Una presentación atractiva del mensaje, así como un programa

interesante, desempeñan un papel fundamental en atraer la atención de los

asistentes y hacer que regresen a cada reunión. Además, cuando las personas

están cognitiva y emocionalmente comprometidas con el mensaje, son

más propensas a tomar decisiones positivas y aceptar y vivir en armonía

con ellas.

Elena G. de White hizo la siguiente observación:

«En las ciudades actuales, con tantas actividades que atraen y agradan,

no es posible interesar a la gente mediante presentaciones y

actividades comunes. Los ministros designados por Dios encontrarán

que es necesario llevar a cabo esfuerzos extraordinarios para captar la

atención de las multitudes. Y cuando logren reunir una vasta

congregación, deben presentar mensajes de un carácter tan

extraordinario que logren interesar y amonestar a los asistentes. Deben

utilizar todos los recursos que sea posible idear para lograr que la

verdad se destaque con claridad y definición» (Testimonios para la

iglesia, t. 9, p. 89).

Al realizar una campaña es importante tener presente los diferentes

estilos en los que la gente aprende. El estilo de aprendizaje es la forma

preferida que tiene la persona para aprender. No tiene nada que ver con lo

inteligente que es o con las habilidades que posee. No existe un estilo de

aprendizaje bueno o malo. Todos tienen diferentes estilos, y algunos son

capaces de beneficiarse de más de un estilo. La teoría de Neil Fleming

identifica cuatro estilos de aprendizaje diferentes:

1. Visual. A los visuales les va mejor con la información que reciben

visualmente. Use ayudas visuales e ilustraciones, como: videos, mapas,

gráficos y diagramas para mejorar la experiencia de aprendizaje de este

grupo. Los alumnos visuales tienden a utilizar imágenes mentales al tratar

de recordar algo.

2. Auditivo. Los que pertenecen a este grupo aprenden mejor cuando la información

es presentada en un formato auditivo o de lenguaje oral.

Cuando tratan de recordar algo, son capaces de «escucharlo» tal como

alguien se los dijo o tal como ellos lo dijeron. Aprenden mejor en un

ambiente de intercambio de palabras.

3. Lectura y escritura. Estas personas aprenden mejor cuando se presenta la

información en un formato de lenguaje escrito. Para captar su interés,

utilice un proyector que enumere los puntos principales de la

presentación, o proporcione un esquema que los participantes puedan

utilizar para seguir el tema. También son beneficiosas para este grupo las

revistas, los libros y otros materiales escritos.

4. Táctil. Estos aprenden mejor de forma tangible, práctica y a través de la

experimentación. Prefieren aprender mediante la participación activa y

la exploración. Se benefician de demostraciones y actividades prácticas

que implican movimiento y contacto físico.

La capacidad de los predicadores de comunicar con eficacia sus mensajes

depende en gran medida de lo bien que usen los estilos de aprendizaje de

sus oyentes y la forma en que captan su atención. A fin de proporcionar

satisfacción cognitiva y emocional para todos los oyentes, asegúrese de que

cada programa o presentación evangelista incorpore algunos de los

elementos básicos que atraen a cada estilo de aprendizaje. «Estudie, haga

planes e idee métodos todo obrero en la viña del Maestro, para alcanzar a

la gente donde está. Debemos hacer algo que salga de la rutina ordinaria.

Debemos cautivar la atención. Debemos manifestar un fervor implacable.

Estamos al borde mismo de tiempos de pruebas y perplejidades que apenas

imaginamos» (El evangelismo, cap. 6, p. 94).

Los siguientes capítulos de este libro incluyen ideas y características que

pueden ser usadas en el programa para despertar el interés y funcionar con

los diferentes estilos de aprendizaje.

Predique la verdad de forma práctica

«Los que estudian el método de enseñanza de Cristo, y se educan para

seguirlo, atraerán y retendrán multitudes, así como Cristo lo hizo en su

tiempo […]. Pero cuando la verdad se presenta al pueblo en su carácter real y

práctico, con manifestaciones de amor, hay personas que serán convencidas,

porque el santo Espíritu de Dios impresionará sus corazones» (Testimonios

para la iglesia, t. 6, p. 64).

Jesús debe ser el centro y el enfoque de cada reunión de evangelización.

Cristo es el mensaje que proclamamos. ¡Proclámelo! Jesús siempre será relevante.

Haga que las predicaciones sean relevantes para cada persona.

Muchos se preguntan el significado de la crisis en el mundo y en sus

vidas. Se deprimen por el bombardeo incesante de noticias angustiantes en

los medios de comunicación. Se van a la cama con ansiedad y se despiertan

de igual manera. A otros, el estado social en el que viven los deprime. Sus

ingresos están muy por debajo de sus gastos. Otros que son pudientes

tienen un vacío interior. Sienten que carecen de algo.

El predicador debe hablar de las crisis de los tiempos, pero también

presentar soluciones que superen las ofrecidas por la política, la ciencia y la

filosofía. Los científicos, sociólogos, ambientalistas e ingenieros hacen

predicciones. Miran el futuro y pronostican lo que pronto sucederá. Sin

embargo, solo el evangelista, basado en la Palabra de Dios y el poder del

Espíritu Santo, puede navegar con claridad en la penumbra, el caos y la

oscuridad, y hablar de esperanza a los desesperados. Los predicadores

deben llevar a sus oyentes más allá de la situación actual de este mundo

hacia el mundo nuevo que está en el horizonte. El mensaje del evangelio debe

ser proclama- do como la esperanza definitiva.

George Washington Burnap dijo: «Los tres elementos esenciales para la

felicidad en esta vida son: tener algo que hacer, algo que amar y algo que

esperar». El evangelio nos ofrece estos tres elementos esenciales. Por lo

tanto, es la solución que debemos presentar. Elena G. de White dijo:

«Estamos

bajo la obligación de declarar fielmente todo el consejo de Dios. No hemos

de hacer menos prominentes las verdades especiales que nos han separado

del mundo, y nos han hecho lo que somos; porque están cargadas de

intereses eternos […], hemos de proclamar la verdad al mundo, no en una

forma insípida, carente de espíritu, sino con demostración del Espíritu y

el poder de Dios» (Testimonios para los ministros, cap. 17, pp. 478, 479).

Como el tema de nuestra predicación es relevante para la mente moderna,

hemos de hallar la manera de presentarlo de forma clara, con un lenguaje

entendible, y una dirección definida. Hemos de evitar un mensaje que sea

confuso o exclusivo. Las buenas nuevas del Cristo crucificado y resucitado

deben ser presentadas de tal manera que las personas puedan entenderlas. Hay

poder en la cruz de Cristo. Presente ese poder de manera que sus oyentes

puedan hacerlo suyo.

Consiga que las personas sean conscientes de su situación ante el Señor y

que reconozcan que son pecadores. Explique luego la provisión que Cristo

ha hecho para ellos. Presénteles la oportunidad de aceptar que Cristo

murió en la cruz por sus pecados. Él pagó el precio al derramar su sangre.

Él se levantó de los muertos y su resurrección es la garantía de que nosotros

también resucitaremos. Por medio del arrepentimiento, sus pecados serán

borrados y recibirán la renovación del Espíritu Santo.

Predique con poder

El predicador debe proclamar el mensaje con poder y convicción. Elena

G. de White dice: «Ahora, precisamente ahora, hemos de proclamar la

verdad presente con seguridad y poder. No produzcamos una sola nota

dolo- rosa; no cantemos himnos fúnebres» (El evangelismo, cap. 6, p. 94).

También dijo: «Cuando estas verdades sean dadas en su ubicación correcta en

el gran plan de Dios, cuando se presenten inteligentemente, con fervor y con

temor reverencial por parte de los siervos del Señor, muchos creerán

concienzuda- mente a causa del peso de la evidencia, sin esperar que toda

supuesta dificultad que pueda surgir en su mente sea quitada» (ibíd.).

«Los que presentan la verdad no han de entrar en controversia. Han de

predicar el evangelio con tal fe y fervor que se despierte interés. Por las

palabras que hablen, las oraciones que ofrezcan y la influencia que ejerzan,

han de sembrar las semillas que llevarán frutos para la gloria de Dios. No

ha de haber incertidumbre. La trompeta ha de dar un sonido certero. Debe

llamarse la gente al mensaje del tercer ángel. No obren los siervos de Dios

como hombres que duermen sino como hombres que se preparan para la

venida del Señor» (ibíd., p. 92).

Predique las verdades doctrinales de la iglesia

La proclamación del evangelio debe responder a las preguntas

fundamentales de la vida. El predicador ha de centrarse en las verdades

doctrinales de la iglesia que a menudo no son abordadas en los servicios de

adoración habituales. Presente estas doctrinas en la secuencia adecuada para

que las preguntas más profundas de la vida reciban respuesta.

Algunos de los temas fundamentales pueden ser: El sábado y la Creación, el

origen del mal y la caída de la humanidad, la cruz y la seguridad de la

salvación, el estado de los muertos y la resurrección, la doctrina del santuario

y el juicio investigador, la Segunda Venida de Cristo y la creación de un

nuevo cielo y una nueva tierra. Estos temas han de ser presentados de forma

que los oyentes puedan entenderlos para que los presentes puedan discernir

lo que Dios ha hecho para redimir a la humanidad y restaurar su dominio

en la tierra.

Predique el arrepentimiento y la conversión

Cada sermón de la campaña ofrece una oportunidad para que el

predicador inspire y motive a los oyentes a una relación más estrecha con

Cristo. El resultado debe ser un crecimiento espiritual progresivo que

culmine en la entrega del individuo a Jesús a través del bautismo. Cada

presentación eficaz debe centrarse en la conversión. De manera elocuente,

Elena G. de White declara: «Cuando el Espíritu de Dios se posesiona del

corazón, transforma la vida. Los pensamientos pecaminosos son puestos

a un lado, las malas acciones son abandonadas; el amor, la humildad y la

paz, reemplazan a la ira, la envidia y las contenciones. La alegría reemplaza

a la tristeza, y el rostro refleja la luz del cielo» (El Deseado de todas las

gentes, cap. 17,

p. 149). La aceptación de Cristo lleva a un verdadero arrepentimiento y

a la conversión.

Haga el llamado

Greg Laurie cuenta que apenas tenía dos semanas de ser cristiano cuando

le tocó testificar en una playa de California. Era un recién convertido

entusiasta, pero sin ningún tipo de preparación. Ni siquiera se había

aprendido de memoria los folletos que estaba repartiendo. Decidió

acercarse a una mujer de mediana edad y preguntarle si podía hablar con

ella de Jesús. Luego le leyó el folleto. Al llegar a un punto en el que se

preguntaba: «¿Hay alguna razón de peso por la que usted no puede aceptar

a Cristo?», ella dijo:

«No». Greg se quedó paralizado. Sin saber qué hacer, le pidió que cerrara

los ojos para orar mientras buscaba frenéticamente en el folleto alguna una

oración que pudiera leer. No había planificado nada en caso de éxito.

Mientras

oraba, estaba seguro de que no funcionaría y de que la mujer no iba a ser

cristiana. Sin embargo, cuando terminaron ella abrió los ojos y dijo: «Algo

cambió dentro de mí». Él le respondió: «Sí, y algo cambió dentro de

mí también». La experiencia de llevar a alguien a decidirse por Cristo

había encendido un fuego en su alma y desde ese momento no dejó de

invitar a la gente a aceptar a Cristo.

En el evangelismo público el predicador debe invitar a la gente a tomar

una decisión. Los llamados efectivos que producen buenos resultados dependen

de un contenido claro, un lenguaje claro, e instrucciones claras.

Pida claramente lo que quiere que hagan. Solicíteles que levanten la mano,

que se coloquen de pie, que pasen al frente, que llenen la tarjeta de respuesta,

explicando claramente por qué usted está pidiendo que lo hagan.

Dwight L. Moody cuenta que una vez predicó el evangelio en una reunión

pública, pero al final no hizo el llamado, pensando hacerlo la semana

siguiente. Sin embargo, esa misma noche comenzó el gran incendio de Chi cago.

Muchos de los que habían estado en la reunión de esa noche murieron. Desde

ese día en adelante, decidió que jamás volvería a permitir que las personas se

fueran a sus casas sin hacer un llamado. Les pediría que tomaran una decisión

cada vez que predicara. El predicador debe ser decisivo, audaz y valiente para

extender esa invitación. ¿Lo será usted?

Repaso y discusión

• ¿Por qué muchos pastores y laicos se muestran reacios a realizar campañas de

evangelización?

• Mencione tres mitos y tres verdades del evangelismo público.

• Discuta cómo afecta al éxito de una campaña la duración de la misma. ¿Durante cuántas

semanas se debe realizar una campaña?

• ¿Cuáles son las mejores formas de asegurar una buena asistencia a las reuniones de

evangelismo público?

• Sugiera algunos métodos para conseguir financiamiento para el evangelismo público.

• Identifique los cuatro principios que un evangelista debe tener en cuenta cuando se

prepara para la predicación pública.

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